Comenzar un cuadro es siempre una aventura, una aventura a lo desconocido, de espaldas al resultado final. Es preciso renunciar a veces a la intención primera, y seguir los designios que cada brochazo, cada gesto delicado de la mano nos van desvelando; someterse a los ritmos y corrientes que recorren nuestro espíritu y conforman todo proceso creativo.
El artista se convierte entonces en un médium, conductor de impulsos telúricos y cósmicos, que junto con su propia vivencia interior dan lugar al más conmovedor y elocuente de los lenguajes.
Teresa Cortés
No hay comentarios:
Publicar un comentario